Esta es la parte I de la historia de la mujer
que regalaba un par de suspiros tres veces al día.
Por las mañanas:
Mientras se levanta piensa en ese sueño en el que se besaba con ese aquel, se tocaba con ese aquel, mordisqueaba todo su ser.
Camina al escusado y decide tocar su pezón, tocar su vientre y alojarse por unos momentos en lo que llama "el monte de Venus". Después de unos momentos escuchar el agua de la regadera correr, las piernas abrir y la pupila dilatar; cierra piernas, abre ojos y se dispone a limpiar.
Por las tardes:
El trabajo es pesado, es tedioso, es aburrido. Se sumerge en un pequeño baño de 2 x 3 en el que desabotona su pantalón, posa los glúteos y dispone a tocarse. Humedad, deseo, libertad, ganas, ganas y descanso. Limpia sus piernas, lava sus manos y se dirige a su jefe para continuar desperdiciando su vida.
Por las noches:
Cuando todo parece ir de lo mejor, sin ropa ostentosa, sin tacones o cualquier otra cosa que la haga parecer una frígida; fingirá entrar al baño para ducharse, levantará las piernas colocando una sobre una barda y la otra en el suelo. Comenzará a frotar su "monte", cerrará los ojos, se tocará entre las piernas, introducirá un dedo, frotará por unos minutos más, abrirá los ojos y pensará que desperdició de vida tendrá.
Cronológicamente aquí termina su día para iniciar uno nuevo, exactamente igual.