Recostados en el sillón mientras lamia tu cuello
te dije que te enseñaría.
Chupaba tus labios lentamente y te explicaba la forma de hacerlo.
-Mira debes hacerlo así, suave, con calma y esperar que el sabor penetre tu boca...
-Quiero...- dijiste.
Terminamos comiendo algo que no debíamos porque
sólo nos enfermo.
Se terminó pegando en tus dientes aquel rosado algodón de azúcar.
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