Día 1 -después del zen-

El día de hoy me despierto con la firme idea de que todo va a cambiar. La conversación nocturna del día anterior me brinda un poco de esperanza y alegría. El escuchar "más vale algo roto para reparar que algo que se pudre por no usar" es algo que taladra en mi cabeza. Mi conciencia esta joven, es un bebé, y como toda madre primeriza, tengo miedo, no se como alimentarlo, tengo miedo que sufra, que se equivoque. Que se caiga y se lastime. Pero tengo que dejarla crecer, aprender a dejarla libre para que pueda conocer y experimentar. No me gusta la idea del sufrimiento, tampoco la idea perturbadora de la soledad. Sin embargo sigo tejiendo marañas en mi vida de las cuales no se si pueda lograr respirar, y me aferro a lo que no es mío y no será para mi. Y encuentro algo de tranquilidad en mis sentimientos, pero los pensamientos son horrendos. Lastiman a mi corazón y lo hacen trizas.

En realidad no entiendo muchas cosas aún. No se sentír genuinamente aún. Me canso de esperar recibir. Me canso de dar sin recibir, me canso de las mentiras y los engaños, estoy fastidiada en cierta manera de mi forma de vivir. Pero sigo aquí. Todo tiene una recompensa, una experiencia, un aprendizaje.

Encuentro las cosas tan bellas en su simple esencia, pero la mía apesta. Se huele desde lejos algo podrido. Algo que no sirve y no funciona, e intento revivir las cosas lindas. Aún no las puedo ver.

Ciega para los sentimientos, ciega para sentir. Ciega para amar, para dar, para vivir.

En realidad no se que es lo que pasa el día de hoy dentro de mi, no comprendo este dolor, más bien, este sufrimiento que yo sola me provoco.

Aún no se discernir entre lo que quiero, lo que espero y lo que vivo el día de hoy. Vivo en una irrealidad creada por mi mente para sentirme bien. Pero a veces fallo. Y muy seguido.

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